En algunas de las 27 disciplinas, como ciencias biomédicas, informática y veterinaria, el descenso es aún mayor; los jóvenes buscan puestos en el exterior
En los últimos días, un editorial de la revista Science (DOI: 10.1126/science.adq9574) incluyó a la Argentina entre los países que expulsan científicos “por guerra, represión política, crisis climática o falta de oportunidades para investigar” (un grupo en el que también se encuentra Siria, Turquía, Etiopía, Irán, Afganistán y Ucrania).
Basta con mirar a nuestro alrededor para confirmarlo. En un escenario de drástica reducción salarial, disminución de becas de doctorado y posdoctorado, devastadora subejecución del presupuesto para ciencia y tecnología, parálisis de la Agencia I+D+i e incumplimiento de los pagos correspondientes a Proyectos de Investigación Científica y Tecnológica (PICT) ya concursados, tal vez uno de los primeros reflejos claros de un éxodo de investigadores en ciernes es el interés menguante en ingresar a la carrera del investigador científico del Conicet: el año pasado se presentaron alrededor de 1950 aspirantes; este año, unos 1360, un 30% menos. Cuando se mira disciplina por disciplina (son 27), se observa que las que tienen salidas alternativas más claras, ya sea en el ámbito privado o en otros países (como biomedicina, informática o veterinaria), ese descenso se acentúa.
Desde diciembre hasta hoy, si se considera el personal permanente (no incluye becarios), tanto investigadores como personal de apoyo o personal técnico administrativo de planta, por jubilación o renuncia se fue un 2%, unas 344 personas. Para los llamados ‘artículo 9’ [personal contratado, los primeros en ser despedidos, aunque son profesionales de alta especialización vitales para el normal funcionamiento del organismo], ese número fue del 12%. El sistema se está desgranando por la incertidumbre, los recortes, la negativa a pagar los subsidios.
La historia de Pablo (no es su verdadero nombre) ilustra la de muchos otros. Graduado y doctorado en la Universidad Nacional de Córdoba, volvió al país hace alrededor de cinco años después de hacer dos posdoctorados en el exterior, donde se especializó en simulaciones computacionales.
Ya como investigador del Conicet, enfrenta una realidad descorazonadora. “La ciencia es una disciplina muy social y, cuando uno está tan lejos [de los centros de excelencia internacionales], hace falta viajar –cuenta, apesadumbrado–. Colegas físicos que están en Chile, por ejemplo, van a Europa y los Estados Unidos un par de veces al año. Para nosotros, eso es imposible, salvo que nos inviten y nos paguen todo. Parece un lujo, pero es fundamental. Yo lo vengo haciendo a costa de mucho esfuerzo personal y de invitaciones de colegas, pero eso se va acabando a medida que uno deja de participar. Por otro lado, desde que llegué obtuve todos los subsidios que podía ganar como investigador joven (sin grupo), los del Conicet y los paquetes de la agencia de promoción. Los PIP (proyectos de investigación plurianuales) los gané en 2021 y recién hace una semana me pagaron la segunda cuota. Imaginate cómo se desvaloriza al ritmo de la devaluación. Una cuota son 250.000 $, no sirve para comprar una computadora, ir a un congreso, cosas que uno necesita solventar para poder trabajar. De los PICT (proyectos de investigación científica y tecnológica) no hay ninguna noticia, solamente sé que gané uno el año pasado, pero no hay perspectivas de que se pague en el corto plazo. Y la devaluación y la inflación hacen que cuando ese dinero llegue será muy difícil de aprovechar. Esto es un problema desde hace mucho, pero el ritmo de degradación del Estado se incrementó en los últimos meses. Si bien no veníamos teniendo buena financiación, al menos nuestros sueldos se actualizaban casi cada dos meses. Ahora llevamos seis meses con una inflación brutal y prácticamente sin ninguna perspectiva de mejora salarial”.
Pero el problema no es solo los que se van, sino los que no pueden volver. “Fernando Pastawski, un físico brillante, regresó en enero dejando su trabajo en PSI quantum (https://www.psiquantum.com/), y se acaba de ir el lunes pasado a Amazon Quantum luego de esperar en vano que se le efectivizara el ingreso al Conicet que le había sido otorgado –cuenta su colega Alex Fainstein, jefe del Laboratorio de Fotónica y Optoelectrónica del Centro Atómico Bariloche desde 1997–. Al parecer, hay una lista de espera para ingresar a la carrera del investigador de entre 800 y 900 personas. Esto hace que algunos con carreras descollantes, como Fernando, queden totalmente fuera del radar. Para hacerse una idea: la convocatoria que se abrió en 2023 y cerró en marzo pasado tiene en su cronograma dar a conocer los resultados ¡en julio 2025!, y de ahí en más se inicia el proceso de ingreso… Nadie con una carrera competitiva considerará entrar en este sistema, a menos que por otras razones quiera/necesite volver a la Argentina… En estos cuatro meses que Pastawski estuvo en Bariloche, no solo se chocó con la realidad argentina, sino que tuvo tiempo para buscar empleo, recibir ofertas, y volver a irse con trabajo. Así es el mundo hoy. En Chile, en muy pocos meses te dicen si estás en la “lista corta”, eso lleva inmediatamente a una entrevista y a los días de tenerla te dicen si tenés el trabajo o no. Y te preguntan cuándo vas”.